Tuesday, July 31, 2007

El caso SETI V's Trejo

Pregunta Javier Garduño en su sitio http://esceptica.net/ (Visión E):

¿En qué es diferente escuchar el cielo con radiotelescopios, buscando extraterrestres, de usar grabadoras en una habitación, escuchando el ruido a la búsqueda de voces de fantasmas?

Pregunta que a su vez alguien más le hizo y que no tiene nada de inocente.

A continuación voy a expresar mi opinión, aunque tengo demasiada curiosidad por ver otras opiniones.

En principio puede parecer que la diferencia fundamental no existe. La búsqueda de señales provenientes de seres inteligentes en el espacio exterior es la búsqueda de la manifestación de seres de cuya existencia no tenemos ninguna evidencia, al igual que de los fantasmas. Si dejamos la opinión a ese nivel, la diferencia será sólo asunto de presupuesto.

Pero yo creo que no podemos dejar la respuesta a ese nivel. Antes habría que revisar las implicaciones que la existencia de fantasmas y civilizaciones extraterrestres tendrían en nuestra realidad y su relación con nuestra forma, como civilización, de percibir el universo.

Para resolver esta cuestión, creo importante definir tres puntos básicos:

1.- Lo que entendemos por fantasmas.
2.- Lo qué entendemos por civilizaciones extraterrestres y
3.- Los requisitos e implicaciones de la existencia de cada uno de ellos.

Empecemos con los fantasmas. Según el diccionario, un fantasma, en el contexto que estamos mencionando es la “Imagen de una persona muerta que, según algunos, se aparece a los vivos.”. Según la wikipedia, “En la mitología popular de muchas culturas, los fantasmas (del griego φαντασμα, "aparición") son supuestos espíritus o almas desencarnadas que se manifestarían entre los vivos de forma perceptible (por ejemplo, tomando una apariencia visible, produciendo sonidos u olores o desplazando objetos (poltergeist), principalmente en lugares que frecuentaban, o en asociación con sus personas cercanas.”

Y ¿Qué es eso de “espíritu” y “alma”? Para no continuar complicando las cosas veamos lo que dice el diccionario:

Espíritu: 1. m. Ser inmaterial y dotado de razón. 2. m. Alma racional.

Alma: 1. f. Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida. 2. f. En algunas religiones y culturas, sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.

Tanto el término “Alma” como “Espíritu” se refieren a entes “no materiales” o “sin cuerpo”. El término “fantasma” se refiere entonces a seres inmateriales, es decir que no tienen cuerpo físico y que sin embargo se manifiestan físicamente por medio de imágenes, sonidos u olores. Es decir, que los fantasmas serían seres que no tienen cuerpo pero que se manifiestan en forma física ¿Son seres conscientes? Sí, de acuerdo a las definiciones estaríamos hablando de personas que murieron y que perdieron su cuerpo físico, pero que no dejaron de existir y que pueden, o por lo menos intentan, comunicarse con [algunos de] nosotros de diferentes formas.

Ahora vayamos con los extraterrestres. O mejor dicho, con su concepto. Las palabras “civilización” y “extraterrestre” tienen significados claros y, me parece, fáciles de entender (por lo menos comparado con los conceptos de “fantasma”, “alma” y “espíritu”):

civilización. f. Estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres.

Extraterrestre. adj. Dicho de una cosa: Que pertenece al espacio exterior de la Tierra o procede de él.

Una civilización extraterrestre sería, entonces, una sociedad avanzada de seres inteligentes que existen y se desarrollan fuera de nuestro planeta.

¿Qué se necesita para que existan los fantasmas? Dado que no existe evidencia sólida de la existencia de los fantasmas, asumo que para creer que su existencia es posible, es necesario creer que los seres humanos (o algunos otros) poseemos un ente inmaterial (llámese alma o espíritu), cuya existencia es independiente del funcionamiento de nuestro organismo físico, que puede sobrevivir a ese organismo (con el que está relacionado) y, en algunos casos, manifestarse por medios físicos como pueden ser imágenes, sonidos u olores con los que intentaría comunicarse con seres humanos vivos.

¿Qué se necesita para que existan civilizaciones extraterrestres? Aunque tampoco existe evidencia sólida de su existencia, podemos de la misma manera, especular que alguna civilización podría haber surgido en algún lugar del universo a partir de la evolución hacia seres inteligentes desde organismos no inteligentes, originalmente muy sencillos, por algún proceso de incremento progresivo de complejidad.

Creo que ahora sí puedo dar mi respuesta a la pregunta de Javier Garduño: la diferencia consiste en que la escucha con radiotelescopios busca encontrar civilizaciones de las cuales sabemos con total certeza que existe por lo menos una (la nuestra), en tanto que la búsqueda de voces de fantasmas se trata de encontrar señales de seres de cuya existencia no tenemos ningún antecedente comprobable.

Tuesday, July 03, 2007

El templo de Salomón. Una visita escéptica al museo de la creación de Kentucky



El siguiente texto es una traducción del comentario de Stephen Asma (profesor de filosofía en el Columbia College de Chicago) al Museo de la Creación, auspiciado por la organización Answers in Genesis y que se abrió al público en el estado de Kentucky, en los Estados Unidos de Norteamérica.




* * *

Un dinosaurio saurópodo animatrónico de 40 pies de longitud — uno de los muchos de los que en el salón principal están mecanizados para moverse. Las conchas que adornan el largo cuello son comunes en los dinosaurios de dibujos animados. No existe evidencia osteológica que apoye su existencia.




El templo de Salomón.
La bitácora completa del recorrido en
el nuevo museo de la creación, en Kentucky, EEUU.

Por Stephen T. Asma

“Cuántas ovejas necesitaría comer un dinosaurio al día mientras viviera en el arca?” Ésta es la pregunta que le planteé Ken A. Ham, el director del nuevo museo de la creación en Kentucky, el cual recorrí para Skeptic. Mi pregunta nos remite a la época de los años 1660’s y al escrito de John Wilkins (1668) An Essay Towards a Real Character and a Philosophical Language, en el que aprendí que los “ateos burlones” habían estado apuntando al problema de la cantidad de animales que podrían caber en tan pequeño barco (300 cubits = 450 pies de largo, 75 pies de ancho, y 45 pies de alto, según génesis 6:15). El obispo Wilkins, quien fungía como primer secretario en la Royal Society, intentaba demostrar de una vez por todas que el arca habría podido contener, de hecho, la casa de las fieras.

Por medio de elaboradas tablas de la embarcación y de la carga, basadas en las descripciones de las escrituras, Wilkins estableció que el piso de enmedio del arca (de tres pisos) medía un poco menos de 15 pies de altura, contenía los alimentos para todos los pasajeros, incluyendo 1,600 ovejas para alimentar a los carnívoros. Consecuentemente, cuando me percaté de la nueva exposición de Ham en la que presenta un diorama mostrando la forma en que los dinosaurios podían vivir en el arca (algo que Wilkins no pudo haber predicho), no parecía fuera de lugar preguntar cuántas ovejas harían falta.

Ham respondió con un “Bien, esa es una pregunta interesante,” y agregó “No lo sabemos con certeza, pero desde una perspectiva bíblica sabemos que todos los animales fueron, en un principio, herbívoros.” (La actividad carnívora ocurre solamente como resultado de la caída en pecado, dado que los animales no experimentaron muerte hasta el momento en que Adán pecó.) “Por lo que es posible que los carnívoros se alimentaran de plantas y granos mientras vivían en el arca. Sabemos que incluso en nuestros días, los osos grizzly se alimentan principalmente de hierbas y otros vegetales, por lo que no tiene que ser cierto que un animal con dientes y las garras agudos deba por fuerza comer la carne o ser un carnívoro. Por lo menos, podemos pensar que los carnívoros pudieron sobrevivir con la pura vegetación por un prolongado periodo de tiempo.”

Me sorprendió descubrir que Ham no se mostraba confrontado por el tipo de pregunta que le hice. Algo le ocurre paulatinamente al sentido de lo razonable cuando te sumerges en la cosmovisión de los creacionistas. Ham y yo estábamos sosteniendo una conversación perfectamente razonable, claro, pero sólo si esta tenía lugar en el siglo XVII. La especulación de Ham los vegetarianosa bordo del Arca parece, de pronto, algo ingeniosa, dado que redujo simultáneamente el espacio físico necesario para almacenar el alimento (los granos y vegetales se pueden comprimir para ocupar menos espacio que las ovejas) y eliminó, de golpe, otras 1,600 bocas que alimentar. El obispo Wilkins se habría sentido orgulloso.

El museo de la creación, con un costo de $27 millones (de dólares estadounidenses) abrió sus puertas al público en mayo de 2007. Este museo evangélico depende de la organización Respuestas en el Génesis (AiG, por sus siglas en inglés), manejada por Ham, quien tiene un grado en ciencia aplicada por la universidad de Queensland, es autor de títulos tales como “La mentira: Evolución, y el camino a través de sombras: El encuentro de la esperanza en un mundo de dolor”. Además de los libros, AiG publica una revista creacionista y una variedad de DVD’s y CD’s cristianos. Ham y su junta directiva, a cada uno de cuyos miembros, a quienes Ham describe como “un hombre santo que camina con el señor en la sabiduría y la madurez” han estado “soportando la autoridad de la Biblia” desde 1994.

Ham y su organización creen que el momento es adecuado para un museo de la refutación. El material promocional en el sitio de Internet de AiG manifiesta que “casi todos los museos de historia natural proclaman una visión del mundo evolutiva y humanista. Por ejemplo, normalmente, en esos museos se muestra a los dinosaurios en un horizonte temporal de millones de años antes de la aparición del hombre. El museo de AiG defiende la autoridad y la exactitud de la Biblia desde el génesis a la revelación, y demuestra que hay un creador, y que este creador es Jesucristo (Colosenses 1:15 - 20), quien es nuestro salvador.” Localizado en Petersburg, Kentucky, cerca de Cincinnati, el museo cuenta con una elaborada reproducción del Arca de Noé para recorrerse interiormente. Al entrar a dicha arca se encuentran 12 figuras animatrónicas construyendo la nave. Pueden recorrerse los dos pisos en los que se encuentran los animales en parejas, caminando tanto en el interior como en el exterior la arca. Hay también una reproducción del plano de diseño del arca a escala, que indica a los visitantes que el enorme diorama que está recorriendo representa solamente el 1% del espacio total del arca. Las paredes están ilustradas con escenas que muestran cómo Noé y su familia se encargan de cuidar a los animales, incluyendo especulaciones de ingeniería acerca de la alimentación y el manejo de los desechos. Pero lo crucial en la lógica de la exhibición del arca es la demostración de que una pareja de cada “tipo” de animal fue llevada a bordo y no una pareja por “especie”.

Si Noé hubiera tenido que llevar cada especie a bordo, entonces Ham y el resto de los creacionistas estarían en un serio aprieto. Tan solo selva tropical de la Amazonia, según algunos investigadores, puede contener tanto como 20 millones de especies de artrópodos, que por su parte representan tan solo una parte de la biosfera de la selva tropical. El popular libro de texto “Biología” (Campbell, Reece y Mitchell) resume los números indicando que “hasta la fecha, los científicos ha descrito y asignado nombre formal a cerca de 1.5 millones de especies de organismos. En la actualidad, únicamente podemos estimar cuántos más pueden existir. Algunos biólogos estiman que el número total es de cerca de 10 millones, pero hay quienes lo estiman entre 30 y 80 millones.” Aun cuando tomáramos el número de especies más conservador y después agregáramos los números estimados de especies hoy extintas (como los dinosaurios), tendríamos una inimaginable cantidad de animales, que tendrían que ser acomodados en un barco con una longitud menor a la de dos canchas de futbol.

Pero el museo de la creación explica que Noé no tuvo que llevar una pareja de cada especie, sino sólo una pareja de cada “clase”, lo cual reduce considerablemente la cantidad de animales a acomodar en el barco. Y ¿Qué es una “clase”? Los creacionistas se refieren al siguiente nivel de la escala taxonómica, el género. A los escépticos que se creyeron que había demasiadas especies de dinosaurios como para acomodar en el arca, por poner un ejemplo, Ken Ham les puede explicar: “no había muchas clases de dinosaurios. Si bien es cierto que existen cientos de nombres de dinosaurios, muchos de éstos fueron asignados a algunos pedazos de hueso o esqueletos que en realidad pertenecían al mismo dinosaurio encontrado en diferentes países. También es razonable asumir que los diversos tamaños, variedades, y sexos de un mismo tipo de dinosaurio nos han conducido a clasificarlos con diferentes nombres. Por ejemplo, consideremos las diversas variedades y tamaños de perros, todos los cuales pertenecen a la misma clase, ¡La clase de los perros! En realidad, pudo haber habido menos de 50 clases de dinosaurios”. En realidad, los científicos estiman que hubo alrededor de 2,000 géneros distintos de dinosaurios.

En este punto, le pregunté a Ham si una aun pequeña cantidad de dinosaurios no sería todavía demasiado grande (incluso en un número más pequeño de géneros) como para ser acomodados en el arca, a lo que me respondió: “Quisiéramos que la gente entendiera que, de todos los esqueletos fósiles encontrados alrededor de la tierra, se ha observado que el tamaño promedio de los dinosaurios está en el rango del tamaño de una oveja”, y agregó: “También debemos precisar que los dinosaurios no empezaban a crecer hasta probablemente después de los cinco años, por lo que podrían haber sido ser absolutamente pequeños mientras eran jóvenes. Con lo que, no es en absoluto ridículo pensar que una pareja de cada clase estaban a bordo del arca.”

Aquí conviene anotar que mientras Ham y sus compañeros creacionistas están intentando reducir el reino animal para que quepa en el barco, exegetas anteriores prefirieron la idea de un arca mucho más grande con el mismo objetivo. Agustín, por ejemplo, sostuvo que el “codo” bíblico equivalía a una longitud de 9 pies en lugar de los 1.5 pies generalmente aceptados, pero John Wilkins dio marcha atrás a esta idea al aplicar este nuevo codo de 9 pies a otros pasajes bíblicos, precisando que, si Agustín y algunos otros hubieran estado en lo correcto, la cabeza de Goliat tendría que haber medido nueve pies de altura, lo cual hubiera sido demasiado para el golpe de David.

El museo enseña que clases de plantas podrían haber sobrevivido a la inundación como esteras flotantes de vegetación, y que los insectos e invertebrados podrían haber vivido en ellas, en lugar de en el interior del arca. Y así sucesivamente. Mi propósito aquí no es refutar cada afirmación, sino destacar que la principal intención detrás de todas éstas es hacer del mundo un lugar mucho más pequeño. El museo de la creación no sólo está tratando de contraer el reino animal, sino todo el universo en su conjunto.

El mundo es antiguo y extenso. El big bang ocurrió hace 13,700 millones de años; la tierra tiene aproximadamente 4,600 millones de años; la vida misma (los organismos unicelulares) surgió algunos cientos de millones de años después; los dinosaurios se extinguieron hace unos 65 millones de años; y el ser humano moderno surgió a partir de los homínidos ancestrales hace aproximadamente 100,000 años. Pero el museo de la creación se dirige al creciente número de estadounidenses que cree que vive en un mundo creado por Dios hace tan solo 6,000 años; que un gran diluvio inundó la tierra hace 4,400 años; que las especies se han extinguido en los últimos milenios años y que ninguna nueva especie se ha desarrollado por evolución; y que el mesías vino hace 2,000 años y vendrá de nuevo para voltear la enchilada por completo.

Para sostener esta visión provinciana de la naturaleza, el museo de la creación ofrece un modelo que ilustra la rápida formación del Gran Cañón, la cual afirma, ocurrió durante el diluvio, y no a lo largo de los millones de años que la actual ciencia geológica sostiene. Cuando le pregunté a Ham, si había algún objeto particular exhibido en el museo que pudiera ser una prueba convincente para un escéptico, él subrayó la importancia de la doctrina de la tierra-joven. “creo que uno de los grandes temas en esto es obviamente la edad de la tierra - la disyuntiva entre edades de millones de años contra sólo millares. Ese punto es aún más relevante que el negocio de la evolución darwiniana. Y creo que hay evidencia muy contundente en nuestras exposiciones - y en los DVDs que producimos - para demostrar que la tierra no tiene millones de años de existencia.”


Según el sitio web Answers in Genesis, la librería decorada al estilo medieval en el pasillo del dragón, del museo de la creación ofrece “ abundante información científica que confirma las afirmaciones de la biblia, de su visión del mundo y recursos para las familias en cantidades sorprendentes.”

Lo que en verdad se muestra aquí es lo que Max Weber llamó “el jardín encantado” - un lugar fantástico en el que Dios cuida de los seres humanos y llena a la naturaleza con secretos y demostraciones de su poder y propósitos. La visión científica del mundo, por el contrario, presenta lo qué Stephen Jay Gould describió alguna vez como “un baño de agua fría” con la teoría de que la naturaleza no fue creada para ser nuestro hogar, que no tenía forma de saber que los humanos existiríamos (venimos a ser, después de todo, los invasores del último microsegundo geológico), y que no le importamos un cacahuate (metafóricamente hablando).” Sin embargo, Gould concluye, “yo asumo esa postura con una percepción liberadora, antes que opresora.”

El museo de la creación, por su parte, presenta esta idea del “baño de agua fría” como una visión deprimente, y es por ella, afirman los organizadores, que la familia estadounidense se está desintegrando. El sitio web de Ham de Answers in Genesis se lamenta de “el devastador efecto que el humanismo evolutivo ha tenido en la sociedad, e incluso en la iglesia, y deja claro que todos - incluyendo a los cristianos – necesitamos regresar a las claras enseñanzas que hay en las escrituras y en el génesis y reconocer a Cristo como nuestro creador y salvador. De hecho, el génesis contiene la respuesta a muchos de los problemas que enfrentan a la iglesia en el retador mundo actual.”

Uno de los desarrolladores de una exposición sobre la evolución en el museo Field de Chicago, Eric D. Gyllenhaal, me comentó que, frecuentemente los encargados del museo aplican cuestionarios de entrada y salida para evaluar lo que los visitantes sabían antes de ver la exhibición y lo que aprendieron en la misma, así como sus sentimientos sobre lo que vieron. Los encargados hacen esto para ver si su “mensaje” está siendo adecuadamente difundido. Contra lo previsto, el sentimiento expresado por quienes salían de la exposición sobre evolución en el museo Field mostraba que las personas percibían nuestra propia “fragilidad” como especie, y muchos visitantes declararon sentirse “muy pequeños” en comparación con las extensas escalas del tiempo geológico.

En ese mismo tenor, Le pregunté a Mark Looy, el vicepresidente de relaciones del ministerio de Answers in Genesis, cuál es el “mensaje previsto” para el museo de la creación. Su respuesta fue: “El mensaje es que la biblia dice la verdad. No estamos intentando ocultar esa intención a nadie - el museo será un centro evangelista.” Muchos cristianos de corrientes moderadas leen la biblia en un sentido figurado más que literal, y ven a dios como un fabricante de leyes naturales, desde el big bang hasta la selección natural. Se sienten cómodos con la ciencia moderna y para ellos Dios no es un microgerente de la naturaleza, ni alguien que interfiera con las cuestiones del libre albedrío de la especie humana. Para el museo de la creación ésos cristianos moderados son también parte del problema.”

Le pregunté a Looy si los cristianos moderados, o cualquier “teísta evolucionista” puede disfrutar el museo. “Bien, son bienvenidos a nuestro museo para observar dos cosas: uno, la evidencia que apoya al génesis y que les demuestra que no necesitan comprometerse con los evolucionistas,” respondió, “Y dos, también los retamos con la pregunta de ¿Por qué un Dios omnipotente y omnisapiente utilizaría un mecanismo tan cruel e ineficiente como el de la evolución darwinista?”

El museo no desecha el “tradicional problema del mal” diciendo que el sufrimiento no existe, o afirmando que el sufrimiento es sólo aparente pero en realidad es algo bueno desde la perspectiva de Dios. En vez de ello, ofrece una perturbadora progresión de exposiciones que llevan al visitante desde la “cueva de dolores,” en la que Eva come el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, al “primer derramamiento de sangre,” en donde las imágenes y el texto explican cómo los animales comenzaron a sufrir y a morir a partir del momento de la cólera de Dios por la caída de Adán y Eva. Así pues, el museo acepta la realidad de la brutalidad intrínseca en la selección natural (todos los organismos tienden a producir más descendientes que los que pueden sobrevivir hasta la edad de procrear), pero coloca la culpa de este hecho tan desagradable sobre los hombros de los hombres y no en los de Dios.

Cuando los científicos se percatan de la “carnicería” que implica el proceso de selección natural, lo perciben como el motor de la adaptación y de la especiación. Los creacionistas, en cambio, al observar dicha carnicería la explican como un castigo divino, sin ninguna significación evolutiva. Esta diferencia nos recuerda que los datos son los que determinan las teorías propuestas para explicarlos. Es decir podemos dar generalmente más de una explicación coherente para un mismo conjunto de datos. Los exponentes en el museo de la creación se mostraban impacientes por recalcarme ese aspecto, en cada oportunidad.

“El aspecto básico de este museo y que enfatizamos,” me dijo Ham, “consiste en ayudar a la gente a considerar la diferencia entre usar el método científico actual – el cual es llamado ciencia operacional - y sus creencias originales.” Looy agregó: “Un evolucionista ve un hueso de dinosaurio y asume que debe tener 65 millones de años. Cuando nosotros miramos ese mismo hueso, afirmamos que la criatura fue probablemente cubierta por una inundación global que ocurrió hace aproximadamente 4,400 años. Es la misma evidencia, es el mismo hueso, y tenemos una diferente interpretación.”

Pero ¿Hay cabida para este extraño ente (el museo de la creación) en el arca de la museología de historia natural contemporánea? Los museos de la historia natural comenzaron a surgir como instituciones públicas y profesionales en el siglo XVII. Antes de eso, la recolección y exhibición eran efectuados por coleccionistas privados para burgueses europeos. Estos wunderkammer (salones de lo insólito) o kunstkammern (salones de lo artístico) se mezclaban en secciones sin orden ni concierto, incluyendo tanto la parte exótica como la parte artística de la naturaleza. En cualquier lugar en que alguna explicación somera de su significado pudiera ser aplicada a esas colecciones, se llegaba a una celebración de la ingeniosidad y fecundidad del creador - como en el caso de explicación de Konrad Gesner (Historiae Animalium) de su colección de insectos: “Estas pequeñas criaturas, tan odiosas a todos los hombres, no deben ser aun desdeñadas, puesto que fueron creadas por el Todopoderoso para sus múltiples y variados propósitos. Antes que nada para advertirnos de la proximidad de temporales y tormentas; en segundo lugar, para proveernos de medicinas en nuestras enfermedades, además de servir de alimento para tantos tipos de criaturas como los pájaros y los pescados. Son muestra, por tanto de la Omnipotencia de Dios y llevan a cabo lo que Él considera justo.”

En mas de una forma, el nuevo museo de la creación de Ham entra en esta categoría de temprana museología. El propósito de investigar y exhibir el libro de la naturaleza es ampliar lo dicho en las sagradas escrituras. Pero, conforme las ciencias florecientes se comenzaron a organizar en disciplinas y sociedades de investigadores a finales del siglo XVII y el XVIII, las colecciones privadas fueron legadas, adquiridas y consolidadas en verdaderas “Casas de Salomón” (un influyente término creado por Francis Bacon para describir imaginarios almacenes del conocimiento de especimenes). Las instituciones científicas profesionales (como por ejemplo, la real sociedad de Londres, la sociedad filosófica americana, las academia de las ciencias, y otras) se desarrollaron cooperativamente el incremento de la recolección teórica (taxonómica, médica, y eventualmente evolutiva). En el momento en que surgieron los museos más importantes de los Estados Unidos tales como el museo Field de Chicago, el museo de historia natural de Nueva York' y el museo nacional de historia natural, en el siglo XIX, el mapeo teórico era completamente darwinista, por lo que la misión retórica o educacional de los museos era ayudar al ciudadano promedio a apreciar la historia general evolutiva de los fósiles, de los esqueletos, y de la taxidermia exhibida.

Los directores de los museos de los años 40’s y 50’s del siglo XX, como Albert Eide Parr en el museo americano de historia natural, comenzaron a enfocar los esfuerzos de sus enormes “arcas” institucionales hacia la nueva misión de la educación ecológica y la investigación. En 1943, por ejemplo, Parr pidió a su grupo destacado de encargados del museo Field, que siguieran su enfoque en difundir su nuevo mensaje hacia temas ecológicos específicos en lugar de promover el entretenimiento en lo exótico, argumentando que la antigua misión de educar al ciudadano promedio sobre la evolución había alcanzado el éxito. En ese momento, los encargados de museos en los años 50 aceptaron que la teoría de la evolución estaba firmemente arraigada en el sentido común de la sociedad norteamericana de la época. La ironía es deliciosa. Apaguemos las luces, veamos los dioramas con las explicaciones evangélicas y anti-Darwinistas de Ham, e imaginemos los vuelcos que el Dr. Albert Parr debe estar dando en su tumba.

Pero mientras que los museos respetables han estandardizado y sincronizado sus mensajes para mostrar el estado exacto del conocimiento científico, los museos menores han continuado mostrando su revoltura de especimenes y de ideologías. En el siglo XX, la diferencia entre las instituciones respetables y las sospechosas es marcada generalmente por el dinero. Los museos de excéntricos, normalmente no tienen mucho presupuesto, por lo que la retórica o capacidad persuasiva de su mensaje es comúnmente opacada por los evidentes apremios del bajo presupuesto. Pero el museo de la creación 27 millones de dólares, que continúa absorbiendo energía de patrocinios con enorme presupuesto, está en la posición idónea para alumbrar con una flamante notoriedad su poca ortodoxia.

Aquellos de entre nosotros que sientan un placer morboso al observar cualquier tipo de magufería se acostumbrarán a esta singularidad creacionista viajando a bordo del arca de la museología moderna, a pasar de su falta de legitimidad. En tanto estemos conscientes de lo que se trata, podríamos gozar su estética y hasta su lógica peculiar. Looy mencionó que: “Un grupo independiente de mercadotecnistas de fuera del estado de Indiana nos indicó que una relevante minoría de entre los visitantes del museo serán escépticos, ateos, y no-Cristianos. Nuestro museo va a ser aún más evangelizador de lo que creíamos hace dos o tres años.” Y claro, que este melodrama retórico hará que las visitas al museo mucho más divertidas para mí y para otros como yo.

Sin embargo, tengo que pensar también en los niños y jóvenes que no están preparados para asimilar críticamente lo que muestra el museo, y entonces dejo de sentirme tan divertido como lo expresé en el párrafo anterior. Una cosa es ofrecer alternativas históricas, pero relacionar enormes áreas de la ciencia a la corrupción moral no va a ser algo bueno para incentivar la apertura mental de la curiosidad ciudadana. La postura política social conservadora del museo es patente en casi cada objeto de la exposición, pero el tiro de gracia está en la exposición llamada “cultura en crisis”. Aquí el museo nos da una “historia natural” de la ruptura de la familia norteamericana. Se invita a los visitantes a que miren a través de tres ventanas de un hogar americano contemporáneo. Hay secuencias de viceos mostrando a dos jóvenes muchachos que mirando pornografía en una computadora y experimentando con drogas. Otra ventana muestra a chica llorando, rodeada por panfletos acerca del aborto. Y por último se muestra a los padres discutiendo. La fachada de una iglesia aparece en el otro extremo del salón, pero la cimentación de la iglesia ha sido dañada por una enorme bola de demolición que rotulada con la frase “millones de años.” El simbolismo pretende que la causa de toda esta miseria es nuestro alejamiento de la verdad del génesis en dirección a las ideas de la ciencia de la geología y de la evolución. Las ideas que muestran que la tierra es antigua hacen que la gente se sienta pequeña e insignificante, por lo que, en consecuencia, se entregan a las drogas y tienen abortos.

Es triste imaginarse el tipo de actitud hacia la ciencia y el estudio empírico de la naturaleza que estimula en la gente la difusión de la idea de que dichos estudios fomentan el nihilismo y la inmoralidad. Supongo que esos dinosaurios sí están de verdad en el arca, viajando con nosotros. No nos queda más que esperar que sean vegetarianos, después de todo.





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Traducción del texto tomado del sitio web skeptic (http://www.skeptic.com/eskeptic/07-05-23.html#feature), reproducido con el permiso indicado según la nota del copyright al pie del sitio web.