Wednesday, August 23, 2006

Quiero una estrella

En un vuelo de regreso, cuando es posible olvidarse por unos momentos de la presión del trabajo relativo al viaje, me pude poner a hojear la edición de “El financiero” del 15 de Agosto. Me encontré con un artículo llamado “Venta de estrellas por Internet” escrito por Miriam de Regil. Este artículo hablaba de un negocio que me pareció tan original como antiguo: la venta de cosas imposibles, tales como terrenos en la luna, la torre Eiffel o el aire de Londres.

Como inicio, menciona a la empresa Internacional Star Registry. Una pequeña consulta en google nos muestra las siguientes páginas:

http://www.starregistry.com/

http://www.estrellas.com/registreunaestrella/

En estos sitios se ofrece la posesión de una estrella, no de una estrella de mar ni de una estrella de Hollywood, sino de una real, tangible y verdadera “esfera de plasma autogravitante, en equilibrio hidrostático, que genera energía en su interior mediante reacciones termonucleares” (de acuerdo a la definición de wikipedia).

Lo que esta empresa vende es un certificado de posesión de una estrella y su inscripción en un libro de registro, así como un mapa celeste para la rápida ubicación de la estrella en el firmamento, así como la promesa implícita de que este bautizo estelar será internacionalmente reconocido.

La realidad es que el objeto último comprado reside únicamente en la imaginación del comprador. Me explico: una estrella sólo puede ser registrada oficialmente por la Unión Astronómica Internacional (http://www.iau.org/), cuyo registro sigue una serie de reglas y consensos reconocidos por la comunidad científica. Esta organización no reconoce el registro de la Internacional Star Registry y aquí no hay engaño alguno por parte de esta empresa, ya que en ningún momento ofrece reconocimiento de la comunidad científica, sino únicamente el registro del nombre en su propia publicación.

En el cuento “El principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, el principito considera absurdo el comportamiento de un hombre de negocios que, viviendo completamente solo en un pequeño asteroide, dedica su tiempo a contabilizar las estrellas que puede ver y que afirma poseer. El principito tenía razón al cuestionar la cordura de un hombre que dedica su tiempo a contar estrellas cuya posesión no le reporta ninguna utilidad práctica con excepción de la satisfacción de sentirse propietario de las mismas. Sin embargo, esta satisfacción puede ser en sí un activo gratificante, por lo que aquí va mi consejo para los que quieran heredarle a sus hijos una estrella con su nombre sin tener que engrosar los bolsillos de estos vendedores de la nada: utilicen nombres de estrellas que ya existen al registrar a sus hijos. Hay nombres realmente bellos como Berenice o Arturo, y que son gratuitos (por ahora).




Referencias:

El zapping de Axxon de febrero de 2002: http://axxon.com.ar/zap/c-zapping0026.htm

Wikipedia:
http://en.wikipedia.org/wiki/Star_designation
http://en.wikipedia.org/wiki/International_Star_Registry

Wired News: http://www.wired.com/news/business/0,1367,49345,00.html